Theresa May tuvo 15 minutos para impresionar a los líderes de la Unión Europea (UE) con una nueva salida al atolladero político en que se ha convertido el brexit.
En cambio, la primera ministra británica se mostró nerviosa, hablando demasiado rápido a una audiencia que no era hablante nativo de inglés. Al final de su discurso en Bruselas, nadie entendió con claridad lo que el Reino Unido había traído a la mesa, aparte de una ración conocida de amables palabras. May dejó a sus confundidas contrapartes que diseccionaran su presentación sobre un filete de rodaballo.
La canciller alemana, Angela Merkel, quien debería haber sido la persona a quien May tenía que impresionar más, señaló después que en realidad no había entendido lo que May había dicho, pero que le pediría al negociador del brexit Michel Barnier que se lo explicara, según tres personas que fueron informadas sobre la exposición en la cena.
“No sabemos lo que quieren. Ellos mismos no saben lo que quieren. Ese es el problema”, dijo la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, después de la cena. Lo que quiere el Reino Unido “sigue siendo un gran misterio”.
El agotamiento y la frustración es palpable mientras las conversaciones del brexit continúan entrampadas en una especie de purgatorio donde el progreso parece gradual, las empresas están intensificando los preparativos para lo peor, y los ciudadanos británicos que pueden están haciendo fila para sacar la nacionalidad de un país de la UE.
El Reino Unido notificó oficialmente que dejará el bloque el 29 de marzo de 2019. Pero sin claridad sobre si obtendrá términos de divorcio favorables o saldrá sin un acuerdo, hay una montaña de riesgos por venir.