Jacqueline Wright jwright@prensa.com La maestra pidió a sus alumnos que dibujaran un árbol. Juan, muy contento, hizo uno grande con un tronco verde y con matices de chocolate y negro. Era muy coposo, con muchas hojas amarillas y unas cuantas anaranjadas y chocolates.
La maestra, al ver el dibujo, quedó sorprendida. Le dijo a Juan que los árboles no eran de ese color, que tienen el tronco chocolate y las hojas de color verde. "No, maestra", contestó Juan. El niño se levantó, tomó de la mano a la maestra y la llevó hasta la ventana. Desde allí le mostró el árbol que había dibujado. Era un árbol guayacán.
Cuando les solicitamos a los niños que hagan un dibujo, en tema libre, les damos la oportunidad para que ellos pongan las reglas del juego y expresen todo su mundo artístico. Quizás lo que dibujen no se parezca en nada a la realidad. Puede que nos presenten una gama de imágenes, líneas y curvas producto de su fantasía, alterando por completo colores, formas y tamaños sin tener necesariamente algún sentido. Cada dibujo que hacen representa sus habilidades, destrezas, experiencias, vivencias, aprendizajes, emociones, sentimientos y la manera para darse a conocer a la sociedad.
Para el niño que sea buen dibujante y pintor será una labor placentera, algo fácil de hacer y una oportunidad más para gratificarse. En cambio, para el no tan buen dibujante, la labor representará un reto, una situación tensa y estresante, que a la vez creará en él una alta expectativa de poder plasmar con lápiz y en papel la imagen que está en su mente.
Lo que tienen en común tanto el chico que es buen dibujante como el que no es tan bueno es que al terminar esperan una respuesta satisfactoria de parte del maestro o la persona que solicitó el dibujo. Ambos esperan una respuesta positiva: uno está convencido que hizo un buen trabajo, y el otro siente que hizo un gran esfuerzo en la realización del dibujo y, por ende, merece un reconocimiento.
Cuando deseamos con estos dibujos desarrollar la iniciativa, destrezas, creatividad o una oportunidad de deleite en los niños, no es recomendable, calificar en base a nuestra percepción de lo que se está viendo. Por el contrario, la respuesta del docente debe dar un realce al esfuerzo e iniciativa de cada autor. Por ejemplo: un símbolo, como una estrellita o una carita feliz, que provocarán en el niño esa misma expresión de brillo o felicidad.
Durante los seminarios que dicto en La Prensa , algunos docentes califican con una nota baja algunos dibujos, desconociendo que son obras pintadas por grandes maestros como Picasso, Dalí y otros. ¡Los docentes sustentan que a los dibujos les falta color y forma!
El no calificar a nuestro criterio los dibujos halaga al niño, le da la oportunidad de autoevaluarse y refuerza su autoestima. De ser necesaria su calificación, es preferible que la respuesta del docente sea tanto satisfactoria como atinada a través de una nota (ya sea el "5" ó una "A") o un mensaje positivo ("felicidades" o "bien hecho") y se dé cuando deseamos evaluar los siguientes objetivos:
- Los estudiantes sigan indicaciones o patrones. - Queremos medir destrezas y velocidad.
Para esto es necesario que el estudiante: - Esté informado de lo que se espera de él. - Tenga los recursos que necesita para desarrollar la actividad. - Sepa y tenga el tiempo necesario.
Es en base al objetivo que deseamos alcanzar a través de los dibujos que debemos tomar la decisión de evaluarlo o no.
(Jacqueline Wright es psicóloga. Dicta el seminario "Uso del Diario en el Aula del Programa APRENDO", del diario La Prensa)