El futuro del deporte en Panamá: Alberto Valdés Tola

Fuera de todo pronóstico, objetivo o subjetivo, Panamá está en la final de la Copa Oro de este año (2013) por segunda vez en la historia (la primera fue en 2005). Después de haber batallado tenazmente contra otros equipos de la región y, demostrado en la cancha el gran espíritu aguerrido y colectivo de la selección; la que, lejos de ser una fantasmagoría decepcionante, como en otros años, reflejó convicción y entereza en cada juego. La marea roja (fanáticos panameños), entre simpatizantes de otros países, vitorearon cada jugada, cada gol y cada triunfo de los legionarios canaleros, creando en las gradas una atmósfera propicia que emanaba júbilo y alegría, pero ante todo sugería la idea de mérito y reconocimiento, al punto que los mismos diarios y comentaristas, nacionales e internacionales, se vieron obligados a reportar mundialmente el gran avance futbolístico de Panamá. Ahora bien, lo que posiblemente sea menos conocido para muchos de nosotros, es el hecho de que la selección nacional y, el deporte en general, lejos de contar con un presupuesto estatal decente para su desarrollo y promoción, entrena y subsiste a base de lo mínimo, aspecto este que contrasta con el modus vivendi de otros atletas, cuyos países invierten más en el deporte profesional y amateur. Así, el Estado panameño tiene una cartera financiera que no proporciona los insumos económicos necesarios para sostener el deporte en general; menos aún, que garantice a quienes lo practican las condiciones mínimas para entrenar y subsistir, con miras a que sigan generando momentos gloriosos e inmortales en nuestra corta historia nacional. Por otra parte, y a pesar de que el deporte en general vendría a ser un rubro colateral para la economía de muchas empresas privadas, estas últimas lo han patrocinado, además de socializar una cultura de consumo deportiva importante, que no solo les ha proporcionado amplios dividendos de manera manifiesta, ya sea por medio de la compra de casacas, gorras y demás cachivaches e indumentarias; sino que de forma latente ha incidido poderosamente en el imaginario de los aficionados al deporte, generando además una mayor asistencia a los coliseos y estadios nacionales e internacionales por parte de la fanaticada, y también ha permitido el surgimiento de nuevos talentos deportivos. No obstante, aún queda mucho por hacer. Para muestra un botón. En algunos países desarrollados y también en algunos subdesarrollados (como es el caso de Costa Rica y México, entre muchos otros) se subsidia el deporte mediante becas para estudiantes sobresalientes en alguna disciplina deportiva (llámese béisbol, fútbol u otra), se habilitan los estadios con la mejor infraestructura posible, se promociona el deporte en general por medio de centros recreativos especializados, entre otras muchas consideraciones relacionadas al universo deportivo. Así, cuando nuestros futbolistas, verdaderos gladiadores y representantes de la mayor voluntad de superación deportiva, salgan a la cancha este domingo, independientemente del resultado final; debemos acogerlos como se merecen: como triunfadores de nuestros sueños, ilusiones, deseos y anhelos deportivos más caros; al tiempo que debemos repensar de forma institucional, empresarial y ciudadana el futuro del deporte en Panamá, más allá de los logros y fracasos actuales. De esta forma, sería saludable preguntarnos, aunque sea por el solo amor a la reflexión, ¿hasta dónde queremos llegar deportivamente como país? Si con poco hemos alcanzado tanto, ¿qué no se haría si hubiera mejores condiciones para el deporte y los deportistas?

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